Pilar Lepe,
Sentado en un banco, afuera del centro comercial, James Dodd observaba pasar a los transeúntes, mientras fingía leer el periódico. Levantó la vista para mirar la hora en la droguería que estaba allí mismo. Eran casi las once de la mañana. Llevaba más de media hora esperando infructuosamente a que apareciera alguien que llamara su atención. Pero nada. Solo gente común y corriente deambulando a esa hora por la calle. Necesitaba a alguien especial, alguien que necesitara ser salvada.
Precisamente había escogido la octava avenida porque habían dos centros comerciales en la misma calle y muchos cafés en el que se reunía la gente a tratar negocios o simplemente hacer vida social. Era un lugar muy cómodo donde abordar a una mujer sin levantar sospechas.
Se acarició la barbilla pensando en que el look hippie no había servido en esta ocasión, al parecer estaba pasado de moda. La próxima vez tendría que vestir como un hombre de negocios serio. Lo positivo era que podría quitarse la maldita barba que tanto le molestaba, para llevar un atuendo gris no necesitaba parecer un ángel.
Decidido a no marcharse con las manos vacías empezó a caminar hasta donde tenía estacionado el todo terreno. Tal vez aún era tiempo de buscar otro punto igualmente concurrido. Tenía una misión que cumplir y debía llevarla a cabo a como diera lugar.
Al pasar detrás de unos arbustos que ocultaban un banco, escuchó la voz histérica de una mujer que discutía con alguien. Se acercó con sigilo para observar con quién disputaba pero no había nadie más con ella. Estaba gritándole al teléfono móvil. James tomó asiento al otro extremo de la banca, siempre con el diario por delante, pero con sus oídos atentos para no perderse detalle de la discusión.
—¡Eres un cerdo, no quiero volver a verte mientras viva! ¡No, no me busques. Me iré donde no puedas encontrarme!
Al escucharla, James casi se abalanzó encima de ella, era un depredador listo a saltar sobre su presa. La joven cortó la comunicación y arrojó con violencia el celular, el cual se rompió al chocar contra los adoquines de la calzada. Luego, con expresión ausente, comenzó a restregarse el dorso de las manos; James extrajo un pañuelo blanco del bolsillo del pantalón y se lo tendió con cierta parsimonia.
—Gra...gracias. —La chica cogió el pañuelo sin mirarlo.
—Arruinarás tu hermoso rostro si continúas llorando. Él no merece tus lágrimas.
—¿Cómo sabes que se trata de un hombre? —Unos enormes ojos negros miraron a James de frente, pero luego bajaron hasta el suelo mirando un punto invisible.
—Yo sé muchas cosas.
—¿Acaso eres un adivino?
—No. Soy James y solo quiero ayudarte. ¿Cómo te llamas?
—Ruby.
—Ruby, te propongo que vamos a tomar un café, para charlar con tranquilidad. —Su tono era ladino pero la muchacha no lo percibió.
—Te lo agradezco pero no puedo, perdí mucho tiempo ya…debo ir a trabajar.
—No puedes ir sintiéndote de este modo, solo dame quince minutos, mientras tomamos un café te cuento de un grupo de apoyo al que pertenezco.
—¿Apoyo? ¿Apoyo para qué?
—Mujeres, víctimas de maltrato físico y psicológico. Verás que después que charlemos te sentirás mucho mejor. —Terminó diciendo él mientras la tomaba del brazo para cruzar la calle.
Su mano era una tenaza que no apretaba pero ejercía presión suficiente como para demostrar que no pensaba soltarla. Ruby se sintió un poco intimidada por esta actitud pero no hizo esfuerzos por soltarse. La voz de James tenía un efecto tranquilizador y quién sabe si realmente él podría ayudarla. Decían que conversar con un desconocido servía muchas veces para ver las cosas de otro punto de vista.
Caminaron en silencio hasta llegar a un café que estaba a media cuadra. El lugar se encontraba iluminado con luces tenues que provenían de las lámparas ubicadas sobre las mesas. Las paredes estaban cubiertas con espejos y las meseras llevaban minifalda.
James escogió una mesa apartada de la puerta pero que estaba dispuesta de forma tal que podía ver a todos los que entraban y salían del local, por si fuera necesario salir rápido de allí.
—¡Señorita! —Llamó en voz alta, levantando una mano—. Traiga dos cafés y un vaso de agua por favor.
—¿Algo más? —preguntó solicita la chica—. ¿Un sándwich, un pastelillo?
—Ruby, ¿tienes hambre? —Como ella contestó negativamente con un movimiento de cabeza, la joven se retiró.
—¿Quieres contarme que te ocurre? —preguntó James con amabilidad.
—Ayer volví más temprano a casa y sorprendí a mi novio con otra mujer.
—Tal vez malinterpretaste las cosas.
—Estaban en la ducha… ¡Desnudos! Ni siquiera me oyeron entrar. —Ruby había empezado a llorar nuevamente.
—Comprendo. ¿Qué harás ahora?
—Me iré, es decir, ya me fui… —Ruby calló cuando la mesera se acercó a la mesa de ellos—. Necesito ir al baño, ¿dónde está? —preguntó dirigiéndose a la otra chica.
—Detrás de ese biombo que está al fondo.
—Vuelvo enseguida —dijo mientras tomaba su bolso con manos temblorosas.
—No te preocupes, tómate tu tiempo.
Él esperó a que Ruby desapareciera detrás del biombo para extraer un pequeño sobre de papel del bolsillo de su camisa. Después de asegurarse que nadie lo estaba observando, vertió un poco de su contenido en el café de la muchacha, y sin miramientos introdujo el dedo índice en el líquido caliente para disolverlo. Enseguida dio un sorbo al suyo haciendo un gesto apreciativo a la vez que levantaba su taza a modo de brindis hacia la mesera que los había atendido, la chica contestó con una sonrisa y continuó con lo que estaba haciendo.
—Disculpa por la tardanza, necesitaba limpiarme bien la cara.
—Creo que tu café aún está caliente, bébelo antes que ya no sirva.
Obediente, Ruby cogió la taza y tomó un pequeño trago. Depositó el recipiente sobre el platillo y se removió nerviosa en la silla.
—¿Qué harás ahora?
—Tendré que buscar un lugar. Pasé la noche en casa de una compañera del trabajo. Me invitó a quedarme cuanto yo quisiera pero no quiero abusar.
—¿No tienes familia?
—Soy hija única. Mis padres murieron hace tiempo en un accidente de coche.
—Hoy es viernes. Puedes venirte a mi casa todo el fin de semana, el grupo estará encantado de recibirte.
—Te lo agradezco James pero debo volver al trabajo. Me quedaré con Susan hasta que encuentre algo.
—¿Susan?
—Sí, mi compañera.
—¿Tienes dinero?
—Sí gracias. Tengo ahorros de lo que mis padres dejaron y la venta de seguros ha sido buena este año. También tengo una casa, bueno, la de mis padres pero está rentada y no me parece justo molestarlos.
James la miró. Ya había advertido que los accesorios que portaba la chica eran caros, y que su cabello y uñas estaban muy bien cuidados, además llevaba un anillo de compromiso con un diamante verdadero. Él había pertenecido a ese mundo de comodidades así que conocía bastante de marcas. Eso fue antes que decidiera que su deber era ayudar a las personas que estaban en problema.
—¿Por qué te interesas en mí? No me conoces, no sabes quién soy.
—Te dije que estaba aquí para ayudarte, ¿recuerdas?
Ruby lo miró con un gesto de interrogación, no entendía los verdaderos motivos que podría tener James para querer ayudarla, sin embargo las campanadas de una iglesia cercana interrumpieron sus pensamientos.
—No te preocupes, ya me las arreglaré.
—Pero no te has bebido todo el café.
A Ruby le pareció extraña tanta insistencia de él para que bebiera el café pero no dijo nada, solo cogió la pequeña taza y se bebió el contenido de un trago, estaba muy amargo lo que provocó que hiciera un gesto de repulsión.
—Ahora sí podemos irnos.
James se levantó de la mesa y esperó a que la muchacha también lo hiciera. Pero ella se detuvo en el intento, una sensación de inestabilidad se apoderó de ella, trató nuevamente de ponerse de pie agarrándose con las dos manos a la mesa pero no logró hacerlo.
—¿Qué me ocurre? —preguntó alarmada—. Estoy muy mareada y veo borroso.
James la levantó lentamente de la silla y rodeándole los hombros con un brazo, comenzó a caminar con ella hasta la salida.
RELATOS DE SABADO. PRIMER CAPITULO DE NO CONFIES EN EXTRAÑO DE PILAR LEPE
Precisamente había escogido la octava avenida porque habían dos centros comerciales en la misma calle y muchos cafés en el que se reunía la gente a tratar negocios o simplemente hacer vida social. Era un lugar muy cómodo donde abordar a una mujer sin levantar sospechas.
Se acarició la barbilla pensando en que el look hippie no había servido en esta ocasión, al parecer estaba pasado de moda. La próxima vez tendría que vestir como un hombre de negocios serio. Lo positivo era que podría quitarse la maldita barba que tanto le molestaba, para llevar un atuendo gris no necesitaba parecer un ángel.
Decidido a no marcharse con las manos vacías empezó a caminar hasta donde tenía estacionado el todo terreno. Tal vez aún era tiempo de buscar otro punto igualmente concurrido. Tenía una misión que cumplir y debía llevarla a cabo a como diera lugar.
Al pasar detrás de unos arbustos que ocultaban un banco, escuchó la voz histérica de una mujer que discutía con alguien. Se acercó con sigilo para observar con quién disputaba pero no había nadie más con ella. Estaba gritándole al teléfono móvil. James tomó asiento al otro extremo de la banca, siempre con el diario por delante, pero con sus oídos atentos para no perderse detalle de la discusión.
—¡Eres un cerdo, no quiero volver a verte mientras viva! ¡No, no me busques. Me iré donde no puedas encontrarme!
Al escucharla, James casi se abalanzó encima de ella, era un depredador listo a saltar sobre su presa. La joven cortó la comunicación y arrojó con violencia el celular, el cual se rompió al chocar contra los adoquines de la calzada. Luego, con expresión ausente, comenzó a restregarse el dorso de las manos; James extrajo un pañuelo blanco del bolsillo del pantalón y se lo tendió con cierta parsimonia.
—Gra...gracias. —La chica cogió el pañuelo sin mirarlo.
—Arruinarás tu hermoso rostro si continúas llorando. Él no merece tus lágrimas.
—¿Cómo sabes que se trata de un hombre? —Unos enormes ojos negros miraron a James de frente, pero luego bajaron hasta el suelo mirando un punto invisible.
—Yo sé muchas cosas.
—¿Acaso eres un adivino?
—No. Soy James y solo quiero ayudarte. ¿Cómo te llamas?
—Ruby.
—Ruby, te propongo que vamos a tomar un café, para charlar con tranquilidad. —Su tono era ladino pero la muchacha no lo percibió.
—Te lo agradezco pero no puedo, perdí mucho tiempo ya…debo ir a trabajar.
—No puedes ir sintiéndote de este modo, solo dame quince minutos, mientras tomamos un café te cuento de un grupo de apoyo al que pertenezco.
—¿Apoyo? ¿Apoyo para qué?
—Mujeres, víctimas de maltrato físico y psicológico. Verás que después que charlemos te sentirás mucho mejor. —Terminó diciendo él mientras la tomaba del brazo para cruzar la calle.
Su mano era una tenaza que no apretaba pero ejercía presión suficiente como para demostrar que no pensaba soltarla. Ruby se sintió un poco intimidada por esta actitud pero no hizo esfuerzos por soltarse. La voz de James tenía un efecto tranquilizador y quién sabe si realmente él podría ayudarla. Decían que conversar con un desconocido servía muchas veces para ver las cosas de otro punto de vista.
Caminaron en silencio hasta llegar a un café que estaba a media cuadra. El lugar se encontraba iluminado con luces tenues que provenían de las lámparas ubicadas sobre las mesas. Las paredes estaban cubiertas con espejos y las meseras llevaban minifalda.
James escogió una mesa apartada de la puerta pero que estaba dispuesta de forma tal que podía ver a todos los que entraban y salían del local, por si fuera necesario salir rápido de allí.
—¡Señorita! —Llamó en voz alta, levantando una mano—. Traiga dos cafés y un vaso de agua por favor.
—¿Algo más? —preguntó solicita la chica—. ¿Un sándwich, un pastelillo?
—Ruby, ¿tienes hambre? —Como ella contestó negativamente con un movimiento de cabeza, la joven se retiró.
—¿Quieres contarme que te ocurre? —preguntó James con amabilidad.
—Ayer volví más temprano a casa y sorprendí a mi novio con otra mujer.
—Tal vez malinterpretaste las cosas.
—Estaban en la ducha… ¡Desnudos! Ni siquiera me oyeron entrar. —Ruby había empezado a llorar nuevamente.
—Comprendo. ¿Qué harás ahora?
—Me iré, es decir, ya me fui… —Ruby calló cuando la mesera se acercó a la mesa de ellos—. Necesito ir al baño, ¿dónde está? —preguntó dirigiéndose a la otra chica.
—Detrás de ese biombo que está al fondo.
—Vuelvo enseguida —dijo mientras tomaba su bolso con manos temblorosas.
—No te preocupes, tómate tu tiempo.
Él esperó a que Ruby desapareciera detrás del biombo para extraer un pequeño sobre de papel del bolsillo de su camisa. Después de asegurarse que nadie lo estaba observando, vertió un poco de su contenido en el café de la muchacha, y sin miramientos introdujo el dedo índice en el líquido caliente para disolverlo. Enseguida dio un sorbo al suyo haciendo un gesto apreciativo a la vez que levantaba su taza a modo de brindis hacia la mesera que los había atendido, la chica contestó con una sonrisa y continuó con lo que estaba haciendo.
—Disculpa por la tardanza, necesitaba limpiarme bien la cara.
—Creo que tu café aún está caliente, bébelo antes que ya no sirva.
Obediente, Ruby cogió la taza y tomó un pequeño trago. Depositó el recipiente sobre el platillo y se removió nerviosa en la silla.
—¿Qué harás ahora?
—Tendré que buscar un lugar. Pasé la noche en casa de una compañera del trabajo. Me invitó a quedarme cuanto yo quisiera pero no quiero abusar.
—¿No tienes familia?
—Soy hija única. Mis padres murieron hace tiempo en un accidente de coche.
—Hoy es viernes. Puedes venirte a mi casa todo el fin de semana, el grupo estará encantado de recibirte.
—Te lo agradezco James pero debo volver al trabajo. Me quedaré con Susan hasta que encuentre algo.
—¿Susan?
—Sí, mi compañera.
—¿Tienes dinero?
—Sí gracias. Tengo ahorros de lo que mis padres dejaron y la venta de seguros ha sido buena este año. También tengo una casa, bueno, la de mis padres pero está rentada y no me parece justo molestarlos.
James la miró. Ya había advertido que los accesorios que portaba la chica eran caros, y que su cabello y uñas estaban muy bien cuidados, además llevaba un anillo de compromiso con un diamante verdadero. Él había pertenecido a ese mundo de comodidades así que conocía bastante de marcas. Eso fue antes que decidiera que su deber era ayudar a las personas que estaban en problema.
—¿Por qué te interesas en mí? No me conoces, no sabes quién soy.
—Te dije que estaba aquí para ayudarte, ¿recuerdas?
Ruby lo miró con un gesto de interrogación, no entendía los verdaderos motivos que podría tener James para querer ayudarla, sin embargo las campanadas de una iglesia cercana interrumpieron sus pensamientos.
—No te preocupes, ya me las arreglaré.
—Pero no te has bebido todo el café.
A Ruby le pareció extraña tanta insistencia de él para que bebiera el café pero no dijo nada, solo cogió la pequeña taza y se bebió el contenido de un trago, estaba muy amargo lo que provocó que hiciera un gesto de repulsión.
—Ahora sí podemos irnos.
James se levantó de la mesa y esperó a que la muchacha también lo hiciera. Pero ella se detuvo en el intento, una sensación de inestabilidad se apoderó de ella, trató nuevamente de ponerse de pie agarrándose con las dos manos a la mesa pero no logró hacerlo.
—¿Qué me ocurre? —preguntó alarmada—. Estoy muy mareada y veo borroso.
James la levantó lentamente de la silla y rodeándole los hombros con un brazo, comenzó a caminar con ella hasta la salida.
Autora : Pilar Lepe.
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Gracias a Pilar Lepe por aceptar siempre lo que le propongo jejeje, y suerte con tu nueva obra.
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