Castalia Cabott,

Relato "DETECTIVE PRIVADO" DE CASTALIA CABOTT REGALO PARA EL BLOG

14:19 Maria Esther Borrero Calderita 0 Comments


     Como os había prometido en una anterior entrada la autora Castalia Cabott nos ha regalado un cuento corto o relato propio espero que os guste,  y espero vuestros comentarios.

    ¡¡¡¡¡GRACIAS CASTALIA¡¡¡¡

Mi regalo para tu blog: un cuento corto.

Espero les guste:

DETECTIVE PRIVADO Castalia Cabott.

Cuando te pagan 400 dólares el día, tienes que ser buena. Y lo soy. Algunas envidiosas, de esas amigas que nunca faltan, viven tirándome darditos, que estoy loca, que es poco femenino, que nadie en su sano juicio pensaría en hacer algo así, etc etc, etc, la verdad es que ya no las escucho porque si no habría perdido amigas de toda la vida. ¿Qué tiene de raro mi trabajo? Soy investigadora privada.

Bueno, el hecho de que no me haya recibido de maestra porque quería vivir aventuras, no significa que mi decisión haya sido errónea. ¿Cómo lo logré? Pues por correo. Así es, en este mundo de Internet para todo, yo me recibí de P.I. por correspondencia. El curso duró cinco meses, tuve que rendir y junto con el título me enviaron una lupa, unas gafas oscuras amplias y dos nunchakus, uno rojo, que uso en la cartera 24X7 y otro negro con unos versos en japonés o coreano, aún no lo sé, precioso, ese lo colgué en mi pequeña oficina. (por si no lo sabes nunchaku son esos dos palitos que se unen por unas cadenas y con el que puedes golpear a alguien si tienes suerte o golpearte a vos si esta te es esquiva), sea como sea, si los sacas, la gente lo mira sorprendida, una vez un tipo la vio y comenzó a reír a carcajadas, (no sé por qué) jamás pensó, (ni yo), que en mi enfado agarraría uno de los palos, lo revolearía y enviaría el nunchaku rojo justito a su nariz, rompiéndosela. No le quedaron ganas de seguir riendo por cierto.  Y a partir de ese momento, mi salario por día aumentó.

Cuando me recibí tenía 19 años, de eso han pasado cinco, Luego de una larga vida como P.I. y de haber recuperado a una más que cuantiosa cantidad de perros, loros y hasta gatos. Mi nombre… Telly Salas (en realidad me llamo Estela Salas pero así se llama mi tía y madrina y considerando que jamás se acordó de su sobrina-ahijada, borré el Estela de mi vida y me quedé con Telly, corto, lindo y genial). Como les decía ya soy conocida en mi zona y mucho de mi buen nombre se lo debo a mi tío Cacho. ¡Gracias tiíto! No hay nadie que se cruce en su camino que no sepa de mí. Sé que exagera un poco, gracias a su afición al cine y las películas de detectives privados, pero con el paso de los años descubrí que mi tío me abría puertas insospechadas alejándome de búsquedas de cuatro patas.

Y aquí estoy, cuando la elegante Sylvia Guiner-Hyden de Del Campillo aceptó sin mosquear 400 pesos el día más viáticos por seguir al infiel del marido y conseguir pruebas, me arrepentí. Con mi fama, y más si conocía a mi tío, podría haber pedido 100 más, pero ya que así pasan las cosas, si resolvía este caso, en cuanto todas las señoras ricachonas amigas de Sylvia Guiner-Hyden, supieran de mí por sus propios labios, mi tarifa subiría a las nubes.
Y en verdad merezco mucho más y la culpa de todo la tiene el asquerosamente viril señor Rafael Del Campillo, deberían decirle Campi el –mafioso. De impecable traje Armani (¿Por qué pienso con mentalidad de pobre?, ¡Debí cobrar 1000 la hora más gastos!), les decía que el señor parece tener una sola rutina: de la casa al gimnasio, del gimnasio a comer afuera; del restaurante a su casa.

Un momento, siguiéndolo descubrí que cuando digo su casa digo exactamente eso; su casa, porque a la mansión gigantesca de la elegante y oscardelarentarizada señora Guiner-Hyden no veo que vaya.
Pregunta, a ver qué me dices: ¿Para ser infiel no debes vivir con alguien?  Si en una semana que llevo vigilando al paquete impresionante, nunca jamás fue hasta la mansiónX2 de la finísima y teñida señora Guiner-Hyden, ¿debo seguir pensando que es infiel? Mi respuesta es No. Si no están juntos no hay fidelidad de la que averiguar. ¿Piensas lo mismo? Bien en una semana completé el perfil de Del Campillo, por Dios ese tipo es un genio de la arquitectura si hasta lo aprecia el vendedor del quiosco de la esquina. Amable, callado, y muy correcto. Eso sí, destila sexo a mares y es un adicto al trabajo, pero ese es otro tema.

Es una suerte que no hayas estado cerca cuando se lo dije a la loca de remate de Guiner-Hyden. La bruja no solo se convirtió en la increíble Hulk roja delante mío sino que insultó hasta mis antepasados en 4ta generación y luego siguió con los del bendito infiel. En su locura algo entendí y no sólo que me despidió  ”sin paga por inútil” sino que Del Campillo se había ido de esa casa con el solo objeto de alejarse del monstruo de Tasmania en que los celos convertían a su mujer.

Dije que era hermosa ¿no? De esas tipo modelo de revista y que siempre envidiaremos, alta, delgada a no dar más, con una melena castaño dorado y encima rica e inteligente, buena ropa, etc etc. Salí de su casa arrepentida de no haber traído mi arma (no esa que estarás pensando, algo sin balas, odio las armas, me refiero a mi rociador de gas-pimienta), bueno cuando se enojó me pareció sospechosamente parecida a Voldermond reencarnado. He tratado con gente de toda calaña pero con una arpía como esta jamás. Si no hubiera salido de ahí mi vida hubiera terminado.

La pregunta ahora es ¿A quién lo cobro los 400 diarios?

—Buenos días Sr. Del Campillo 
—Buenos días, Jorge, al parecer perdimos otra vez
—Así es señor, pero la tabla se ha puesto interesante
Llegar a la oficina siempre era bueno. Si pasas casi 19 horas diarias trabajando el rodearte de gente agradable desde que entras al edificio ya hace que sea otra cosa.
—Hola, Nilsa —saludé al entrar, Mi secretaría, como cada día desde que la contraté, venía con una humeante taza de café negro hacia mí.
—Hola jefe cómo has amanecido ¿Alguna anécdota como para matizar la reunión con SEUL?
Nilsa se refería a mi agitada vida durante la última semana que se había convertido en la delicia de todo el edificio casi. Al parecer alguien me estaba siguiendo. Pero su torpeza era tal que cada vez que contaba algo todos reían de manera descontrolada. La primer mañana me pareció gracioso ver a una mujer vestida de rojo con anteojos oscuros justo al frente de mi casa, intentando protegerse detrás del siempreverde mientras el perrito caniche de Olga, mi vecina, la tironeaba del fondo del abrigo. Zamarreándola como un peluche. La imagen de por sí me hizo reír. Cuando llegué a la oficina aún sonreía.

Nilsa se sorprendió, imagino, como todos, hacía mucho que no sonreía. Mi vida durante el último año había sido desacierto tras desacierto. Pensé que era alguna vendedora y si bien la recordé, el trabajo me hizo olvidarla.

Cuando salí para dirigirme al gimnasio, una rutina desde que cumplí los 16 y decidí perder peso; no fue difícil encontrar el abrigo rojo mirando detrás de un coche estacionado justo en frente de la puerta de la empresa. Rápidamente se ocultó detrás del auto que por esas cosas de la vida se movió dejando a mi espía agazapada detrás de nada. Intentó disimular así que giró dándome la espalda y comenzó a caminar dando saltitos, como esos que dan las mujeres cuando el tacón de su zapato les juega una mala pasada. La hubiera seguido pero tenía otras cosas en las que pensar. SEUL, era el mejor negocio que podría realizar, si lo conseguía. Con él dejaría de preocuparme si pagaría sueldos o cancelería el alquiler de las oficinas o del departamento. Cuando mejor pensaba era cuando mis endorfinas fluían sin tope: haciendo gimnasia. Enfilé hacia mi gimnasio sonriendo al recordar la figura agazapada detrás del aire.

Dos horas después pongo un pie en la calle y lo primero que veo es a mi abrigo rojo ocultando todo su cuerpo detrás de un cajero. Si alguien mirara el cajero no vería nada pero si veía justo detrás de él, comprendería que había una ventana de cristal que reflejaba todo el salón. Esta vez di paso a mis instintos y me enfilé hacia ella. Oculta como estaba solo me vio aparecer, jamás imaginó que me le acercaría con la excusa de usar el cajero frente a ella. Porque mi abrigo rojo contenía un ella. Una jovencita de rizos completamente fuera de moda, vestida con abrigo rojo, con botas cómodas y bajas y unos anteojos oscuros que casi cubrían todo un rostro pequeño. Lo único que quedaba libre era su nariz respingona y una boca que llamaré  “tentadora”. Me hice el desentendido saqué algo de efectivo y seguí hacia casa.

Me pasé desde los 23 años hasta los 35 trabajando para el FBI. Y los instintos estaban ahí, listos para ser encendidos solo se necesitaba un cerillo, o cierto abrigo rojo. Sólo debía buscarla para encontrar a mi seguidora. Fue la semana más divertida de los últimos 20 años. No creo que nadie fuera más torpe que Telly. Sí. No fue difícil tampoco dar con su nombre, su dirección y su oficina “Telly Salas P. I” decía la placa en su puerta.  Cuando la seguí y vi que entraba a la casa de mi ex comprendí todo.  Yo había instalado la seguridad en esa casa, saber de qué hablaron fue juego de niños. Cuando la vi huir aterrorizada por Sylvia supuse que una brillante carrera de investigadora se daba a su fin.

Al final lo resentí. Me había acostumbrado a jugarle bromas a lo largo del camino, girar cuando no lo esperaba, acercarme sin que ella la viera (cómo si fuera posible) tocarla  casi imperceptiblemente o tropezar adrede, muriendo de la risa al ver la forma insólita en que reaccionaba. Era lindo ver, lo que se podía ver de su rostro, ponerse roja e intentar eludirme. Era una delicia contemplar con cuanta impericia se movía.  Los pequeños choques y las disculpas tartamudeadas… Mi inspectora Clouseau había logrado lo que nadie desde que me incorporé a la vida civil: salir antes del trabajo, de la casa, del gimnasio y solo por el placer de ponerla en apuros. Cuando Sylvia y ella se encontraron pensé que ya no la vería detrás de mí. Esa noche pasé media noche ideando un plan de ataque. Pero la vida siempre puede sorprenderte y así como hizo un pésimo trabajo siguiéndome a instancias de Sylvia debo decir que no esperaba verla al abrir mi puerta esa mañana siguiente.

No lo diré jamás, ni a mis hijos. Cómo explicarles que su madre se comportó como una consumada prostituta en el segundo exacto en que Rafael Del Campillo abrió la puerta de su departamento y me sonrió como si el sol estuviera saliendo luego de seis meses de ausencia.  Honestamente debo decir que seguirlo había sido la más peligrosa tarea que he realizado como P.I. pero la que más he disfrutado. El hombre es un bombón, duro, firme, enorme, exuda sexo en toneladas, camina  y se mueve como un felino, lo sé bien. Varias veces casi me descubrió y solo porque me demoré en su cuerpo. Menos mal que es bastante distraído. Y si yo estuviera divorciándome de una loca certificada como su ex mi cabeza estaría como la suya en cualquier lugar.

El asunto es que toqué el timbre con la esperanza de recuperar mis gastos. Pero nada salió como esperaba. Primero me saludó con una sonrisa, ya te lo dije,  que hizo mis piernas de gelatinas, me hizo pasar y solo porque estaba tan sorprendida con su saludo que ni siquiera me di cuenta que dije sí y accedí voluntariamente, no recuerdo mucho de lo que dijo, sé que le pedí que me pagara los días que su esposa no había pagado y ahí me enteré que la loca esa ni siquiera era o había sido su esposa, sino una amante despechada. A partir de ahí, todo es brumoso, dijo algo de que yo era su amor desconocido unilateral pero que eso cambiaría desde esa mañana, creo que se presentó, me dio la mano, me tomó del brazo y me llevó a la cama. Sólo recuerdo que jamás dije “no”,  que mi rostro ardía  con todo lo que me decía y hacía y que en algún momento me quitó la boina y desparramó mi corto cabello.  Otra cosa que recuerdo fue que cuando vio mi ropa interior,  si… la vio esa mañana… ¡qué vergüenza!  Dijo algo como “¡Rojo. Estaba seguro!

¿Alguna vez has tenido sexo con un desconocido? Bueno yo sí. Aunque Rafa insiste en que después de una semana de seguirlo como un perro encarnizado debía conocer  todo sobre él. En ese caso, me decía, quien tuvo sexo con una desconocida  fui yo.  Sea como sea, tuvimos sexo ese día, el otro, y luego los que siguieron. 

Ahora estudio para maestra, mientras mi marido construye un edificio gigantesco del otro lado de la  ciudad. He descubierto que no me gusta tanto ser detective privado y amo ser una amante esposa. Sin embargo, con Nilsa estamos pensando en poner una agencia para preparar detectives, con mi experiencia en el campo y su facilidad con los números, seguro se convierte en la primera de la ciudad.


Rafa se atragantó cuando se lo conté. Supongo que se preocupa por mí. Y esto que le digo y repito a cada rato cuan buena soy en el oficio y que solo dictaré clases, el servicio activo ya no es para mí.



¿Qué os ha gustado? pues a mi si , un gran relato, o un cuento, cada vez con mas ganas de leer algo mas de Castalia Cabott,

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